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viernes, 2 de diciembre de 2011

El día que da Vinci y Maquiavelo quisieron robar un río.

Los caprichos de la historia hicieron que a comienzos del siglo XVI coincidiesen en Florencia Leonardo da Vinci, como maestro di acque, y Nicolás Maquiavelo, como segundo canciller.

Durante años fueron frecuentes los enfrentamientos entre Florencia y Pisa, y aunque el poderío militar de la república de Florencia era muy superior, los pisanos no se daban por vencidos. Así que, Nicolás Maquiavelo, sirviéndose de las investigaciones y los trabajos hidráulicos de Leonardo, ideó un plan distinto. El plan se “vendió” como la construcción de unos canales desde el río Arno para irrigar los cultivos de Florencia, pero siendo un plan de Maquiavelo debía tener una segunda intención… desviar el río, que desemboca en Pisa, para tener salida al mar.

Maquiavelo puso en manos de Leonardo su idea y éste preparó el proyecto:

"primer se debía construir un dique y luego un canal de desvío más profundo que el propio río para que, cuando se liberase el agua, fluyese naturalmente por el nuevo curso."


En 1504, para ejecutar la obra se contrató al ingeniero hidráulico Colombino. Éste no siguió al pie de la letra los cálculos de da Vinci y construyó el canal menos profundo de lo que indicaba el proyecto. Cuando se abrió el canal el río no tardó en volver a su cauce original. Además, un tormenta destruyó una parte del dique y, del resto, se ocuparon los pisanos cuando comprendieron al maquiavélico plan.

Alguna espinita le quedó clavada al gran genio…. hay críticos de arte que sostienen que el fondo tras la Gioconda es el río Arno.

La aspirina, la gran baza del espionaje alemán

Durante los primeros años de la Primera Guerra Mundial, EEUU se mantuvo neutral. Y aunque siempre simpatizó con la causa aliada, aquella no era su guerra y, además, no veía peligrar sus intereses. La opinión pública se encontraba dividida hasta que en mayo de 1915 un submarino alemán hundió, cerca de Irlanda, el trasatlántico inglés RMS Lusitania con más de 100 americanos a bordo. Cierto es que la embajada alemana en Washington había emitido un comunicado de aviso:

"AVISO ! LOS VIAJEROS que tengan la intención de embarcarse en el viaje por el Atlántico: se les recuerda la declaración de guerra entre Alemania y sus aliados y Gran Bretaña y los suyos, y que la zona de guerra incluye las aguas adyacentes a las Islas Británicas, que, de conformidad con los pertinentes avisos dados por el Gobierno Imperial alemán, los buques que enarbolen la bandera de Gran Bretaña, o cualquiera de sus aliados, podrán ser destruidos en esas aguas y que los viajeros que navegan en la zona de guerra en los barcos de Gran Bretaña o de sus aliados lo hacen bajo su propio riesgo. IMPERIAL EMBAJADA DE ALEMANIA en Washington, DC 22 de abril 1915"

Alemania reaccionó rápidamente y puso en alerta a su embajador, Johann Heinrich von Bernstorff, para que mantuviese a la opinión publica dividida y sabotease los envíos de fenol (utilizado para la fabricación de explosivos) a los británicos. Aun siendo Gran Bretaña el primer productor de fenol, importaba la escasa producción de la industria americana. Hasta que… apareció Thomas Edison. Tras la invención del fonógrafo, Edison había lanzado su sello discográfico Diamond Disc y los discos en los que se hacían las grabaciones estaban hechos de una sustancia plástica llamada baquelita que, casualmente, resulta de la condensación del fenol con el formaldehído. Así que, dada la escasa producción americana de fenol decidió crear su propia fábrica capaz de fabricar doce toneladas al día.

Los alemanes debían impedir que el exceso de producción de Edison cayese en manos británicas. Johann Heinrich von Bernstorff lo puso en manos de Hugo Schweitzer, uno de sus agentes que, además, era químico. Schweitzer, como buen químico, recordó que el fenol también se utilizaba en la fabricación del ácido acetilsalicílico (aspirina) y que desde el comienzo de la guerra, tras dejar de exportar Gran Bretaña el fenol, la firma Bayer tuvo que reducir la producción de aspirinas. Apelando a la conciencia de Edison, Schweitzer lo convenció para firmar un acuerdo comercial con Alemania y destinar el exceso de fenol a fines farmacéuticos antes que militares. Una jugada maestra…

Lamentablemente, para los alemanes, la trama se destapó. El servicio secreto americano tenía vigilado al enlace de Schweitzer con el embajador y consiguió el maletín en el que se detallaba todo el plan. Tampoco podían detener al químico porque EEUU todavía no había entrado en guerra, lo haría en 1917, y tampoco eran ilícitos los acuerdos comerciales con Alemania. El que sí se sintió engañado fue Edison que, rápidamente, rompió el acuerdo y vendió todo su excedente al ejército americano… y éste al británico.

El prisionero que fue canjeado por 600.000 cigarrillos.

Estamos acostumbrados a que los protagonistas de las historias de guerra sean héroes que sacrificaron su vida, brillantes estrategas, miserables sin escrúpulos… pero en esta historia los protagonistas lo fueron por su caballerosidad. Un de ellos, el coronel Hans von Luck, llegó a decir “hacíamos una guerra despiadada pero decente“.

Hans von Luck era coronel de un regimiento de panzer (Panzerwaffe) durante la II Guerra Mundial. Después de luchar en el frente europeo fue enviado Afrika Korps donde Rommel, con el que trabó una estrecha amistad, le puso al mando del 3 Batallón Panzer de Reconocimiento. Tras recibir el alta después de ser herido en la batalla de Galaza (Libia) se le encargó proteger el flanco sur del Afrika Korps, enfrentándose al Long Range Desert Group (LRDG), unidad del ejército de tierra británico especializado en reconocimiento motorizado.

El comandante al mando del LRDG debía ser también un caballero y partidario de una guerra civilizada. Llegaron a un acuerdo por el que a partir de las 17:00 horas cesarían las hostilidades e intercambiarían impresiones, cartas de los prisioneros… Hubo algún que otro problemilla con el horario, como aquella ocasión en la que los alemanes capturaron un camión de provisiones británicos pasada la hora convenida y Hans von Luck preparó un plan para que los británicos capturasen su propio camión.

Pero el caso que nos ocupa se llevó la palma. Los alemanes se enteraron de que sus enemigos había recibido suministros de cigarrillos como para cubrir las necesidades de todo el regimiento durante más de un mes. Siendo el tabaco un artículo de lujo en estos lares, los alemanes ofrecieron intercambiar un oficial británico capturado a cambio de un millón de cigarrillos. Los británicos sopesaron la oferta y decidieron que un millón era mucho y que su contraoferta eran 600.000 cigarrillos.

Cuando el oficial británico se enteró casi echó por tierra el negocio por considerar que la oferta de sus paisanos era insuficiente, igual que Julio César cuando fue capturado por los piratas y se ofendió porque sólo había pedido como rescate 20 talentos. El caso es que, al final, se hizo el intercambio.

Las bodas de Nerón… con sus novios

Nerón Claudio César Augusto Germánico, fue emperador del Imperio romano entre el 13 de octubre de 54 y el 9 de junio de 68, último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Ha pasado a la historia por sus atrocidades (como asesinar a su madre y sus esposas), excentricidades y por ser el responsable del incendio de Roma (aunque este último punto es discutible). Otra de las grandes pasiones de Nerón eran… los efebos.

Esporo era un joven de gran belleza del que se prendó Nerón nada más verlo y que, además, tenía cierto parecido con su difunta esposa Popea Sabina. Para Nerón era poco mantenerlo como amante y decidió ir más allá… casarse con él. Había un pequeño inconveniente: los matrimonios entre hombres estaban prohibidos en Roma. Así que, se sometió a Esporo a una intervención de cambio de sexo de la época… lo castraron. Cuando se recuperó de la intervención, lo vistieron con las mejores galas de Popea y se celebró la ceremonia matrimonial. Los festejos en honor de los recién casados duraron varios días y Nerón obligó a todos a que lo tratasen como la mujer del Emperador.

Dióforo era un esclavo liberto que le tocó, al contrario que Esporo, ejercer el papel de hombre en su relación con Nerón. Se escenificó la boda, en la que era el emperador el que iba vestido con ropas de mujer, y por la noche representó la consumación del matrimonio imitando los gemidos de cualquier esposa virgen en la noche de bodas.

El ataúd que supo volver a casa

Si en las películas de Tarzán, las de Johnny Weissmüller, los elefantes moribundos abandonaban la manada para dirigirse al cementerio de elefantes, el ataúd de Charles Francis Coghlan supo recorrer el camino, más de 5.000 Km por mar, para regresar a casa y ser enterrado.

El actor canadiense Charles Francis Coghlan, nacido en la isla Prince Edward, tuvo cierto éxito representando papeles de obras de Shakespeare, lo que le llevó a un gira por EEUU. En la ciudad de Galveston (Texas), su nombre se debe al explorador militar español Bernardo de Gálvez, se encontró indispuesto y aquella noche tuvo que actuar su suplente. A los pocos días, el 27 de noviembre de 1899, fallecía por una insuficiencia cardíaca. Su mujer, que lo acompañaba en el gira, no pudo cumplir su última voluntad… aquella ciudad no disponía de crematorio. Además, su hija había enfermado gravemente y tuvo que regresar a Canadá. Ordenó que su marido fuese enterrado en Galveston hasta poder repatriarlo a su hogar.

Unos meses más tarde, un terrible huracán arrasó la isla de Galveston y el cementerio se inundó. Cuando pudieron acceder al cementerio, comprobaron que algunos ataúdes habían sido arrancados de sus tumbas… y el de Coghlan había desaparecido. Los buscaron durante varios días pero ni rastro. El ataúd había sido arrastrado hacia el mar hasta el golfo de México.

Los años dieron para muchas versiones sobre dónde había ido a parar el ataúd pero la más espectacular fue la que dio Robert LeRoy Ripley, en 1929, en su columna del Evening Post, Believe it or not! (¡Lo creas o no!), en la que contaba hechos extraños y que, debido a su éxito, tuvo su continuidad en radio, TV y la publicación de varios libros y cómics. Según la versión de Ripley, el ataúd fue arrastrado por la corriente del Golfo hacia el Norte donde unos pescadores lo habrían encontrado, 8 años después, cerca de la isla Prince Edward donde fue enterrado. El ataúd había vuelto a casa.

¿Qué fue de la legión perdida?

A finales de la primavera del 53 a.C., un enorme ejército romano comandado por Publio Marco Licinio Craso, el hombre más rico y arrogante de Roma, triunviro junto a César y Pompeyo y gobernador de Siria en aquel año, se adentró en territorio parto dispuesto a lograr en los confines de Asia el honor y la gloria que no podía comprar con su inmensa fortuna. Fue el 9 de Junio cuando se encontró con el general parto Surena al frente de un contingente de caballería ligera y catafractos (caballería pesada) Aquel enfrentamiento se produjo en la desolada planicie de Carrhae (hoy Harrán, en Turquía), y se saldó con la más ignominiosa derrota de un ejército romano en Oriente. De los cerca de 40.000 efectivos que movilizó Craso, sólo volvieron a Siria unos 6.000 hombres al mando del cuestor Cayo Casio Longino (uno de los posteriores asesinos de César). Unos 20.000 legionarios dejaron su sangre y vida en el desierto, así como Craso y su hijo, pero… ¿Qué sucedió con el resto?

La leyenda de la legión perdida es fascinante; sabemos por Plutarco y Tito Livio que no todos los prisioneros fueron esclavizados en las minas de Bactriana (hoy Afganistán), sino que una parte de ellos pudieron ser utilizados como tropas auxiliares en los confines del Imperio Parto, formando una primera línea de choque cerca del río Oxus (hoy Amu Daria) ante la presión de los nómadas de las estepas, los hunos.

Nunca más se supo de ellos; Marco Antonio trató de invadir Partia unos años después dispuesto a vengar a Craso y su expedición contra el rey Fraates acabó en un absoluto desastre, sumando casi 10.000 muertos más a la lista negra que rodeaba la campaña parta. Años después, Augusto, menos beligerante y más diplomático, trató de recuperar las águilas, pero sólo consiguió un intercambio de prisioneros sobre el 19 a.C. Y tras las postreras gestiones del princeps, el olvido se tragó a los cautivos de Carrhae hasta que la tecnología y el conocimiento global de la Historia nos ayudaron a atar cabos; recientes investigaciones nos permiten conjeturar una hipótesis tan insólita como factible: quizá los extraños soldados que mencionó el historiador chino Ban Gu en su relato sobre la defensa de la ciudad de Zhizhi en el 36 a.C. (hoy Dzhambul en el Uzbekistán) pudiesen ser los restos de las legiones de Craso; este cronista describió en su biografía de las gestas en los confines de Xinjiang del general Gan Yanshou como se encontraron con hombres veteranos y muy disciplinados que se fortificaban en campamentos cuadrados de madera y que luchaban siempre «alineados y desplegados en una formación como de escamas de pescado», una descripción muy gráfica del testudo romano… ¡Una legión contra los ejércitos de la dinastía Han!

Tras duros combates, la ciudad de Zhizhi cayó y los chinos deportaron cerca de un millar de aquellos bravos soldados, alojándolos sobre el año 5 d.C. en una nueva ciudad en el territorio de Zhelaizhai, ya a las puertas del desierto del Gobi, a la que llamaron Li-jien (adaptación de la palabra legión, que era como los chinos conocían al fastuoso país que se extendía más allá de Alejandría, el Imperio Romano) Este lugar cambió de nombre años después, siguiendo las tendencias de Confuncio, para llamarse Jie-Lu (que significa cautivos)

El ejército de soldados invencibles de Stalin

Los hoplitas, las legiones romanas, los Tercios, los jenízaros… han sido considerados los mejores guerreros/soldados a lo largo de la Historia. Más tarde, la ciencia ficción ha tratado de crear el soldado invencible: sofisticado armamento, soldados robots, modificaciones genéticas… y los humancé (híbrido entre humano y chimpancé). El caso es que el ejército de humancé no fue fruto de la ciencia ficción sino de la mente de un genocida: Stalin. La idea de Stalin, supongo que sacada del libro “La isla del doctor Moreau” de H.G. Wells, era crear un ejército de híbridos entre humanos y chimpancés con lo mejor de cada uno: la inteligencia humana combinada con la resistencia y capacidad física de los simios.

Unos años antes, el biólogo ruso Ilya Ivanovich Ivanov, especializado en el campo de la inseminación artificial y pionero en la obtención de animales híbridos, había obtenido el Zubrón (híbrido entre vaca y bisonte), el Zedonk (híbrido entre cebra y burro)… Éste era su hombre. En los 1925, Ilya había obtenido el permiso del Instituto Pasteur de París para experimentar con chimpancés en Kindia (Guinea Francesa). Aquel proyecto obtuvo respaldo económico, 10.000 dólares, de Moscú. En esta ocasión el experimento consistía en inseminar a hembras de chimpancé con esperma humano, pero tras varios intentos no hubo ningún resultado. Así que, Ilya decidió darle la vuelta a la tortilla… inseminaría a mujeres con el esperma de chimpancés. Aquello ya era demasiado y las autoridades francesas le revocaron el permiso. Regresó a Rusia, que todavía creía en su proyecto, y continuó sus trabajos en Sujumi (Abjasia) donde las autoridades rusas habían creado un campo experimental con primates.

Para seguir con sus experimentos en Sujumi contaba con un chimpancé y cinco mujeres… voluntarias. Antes de poder inseminar a las mujeres el chimpancé murió, Ilya cayó en desgracia y fue condenado al exilio.

En los años 70 apareció Oliver, un chimpacé casi humano, que se pensó que podría ser un híbrido. No fue así, pero era un tanto especial.